Ella vive justo ahí donde nacen los Valles Calchaquíes, casi al pie del Nevado de Acay. Está un poco alejada del pueblo, la Poma Vieja, que fue destruída por un terremoto en el año 1930. Su casa de adobe rojizo con un galería de varias arcadas se ve desde lejos, y para llegar hay que cruzar el río Calchaquí, vadeándolo en vehículo, o pasando a pie por un rústico puentecito…
Fue muy emotivo llegar, y verla salir por la puerta, menudita y sonriente, acercándose con la mano extendida, e invitándonos a pasar a la casa…nos contó de su juventud, que había sido coplera (cantante de coplas) y pastora…nos explicó con mucho detalle cómo se divertían en los carnavales, jugando a robarse las cabras y a tirarse harina; y finalmente –cuándo alguien le preguntó, con una mezcla de respeto y diplomacia, si quería contar la historia de la canción- a Eulogia se le iluminaron, o empañaron, o azularon, vaya uno a saber, los ojitos negros, y nos relató que cuando tenía 18 años, y justamente para unos carnavales, le había ganado un contrapunto de bagualas a Manuel Castilla (quien andaba recorriendo la zona en compañía de su amigo Gustavo Cuchi Leguizamón) y él, en reconocimiento a su habilidad como coplera, le prometió que le escribiría una canción…
Eulogia nos comentó que se enteró muchos años después, por la radio, de la existencia de una zamba en su honor, y que nunca más los volvió a ver ni a Castilla, ni al Cuchi…
Y como para demostrar que su talento sigue brillando, y que tiene bien merecida la canción, Doña Tapia, La Pomeña, nos despidió entonando una copla, con la caja temblando en su mano, y dando al aire su ternura…
Myriam Del Grosso
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