domingo, 7 de marzo de 2010

UN FUEGO DE SENTIDO (reflexiones de una coronóstrica a propósito del Día Internacional de las Mujeres)

Los “días de…” promueven la capacidad de unificar celebraciones e instituir una fecha con un sentido dominante. Son instituciones de sentido que además permiten limpiar el escenario de actores que puedan comprometer otros significados.

El 8 de Marzo, instituido como el Día Internacional de la Mujer, se significa mayoritariamente con el homenaje rendido a las obreras de Triangle Shirtwaist . El acontecimiento, que parece no haber sido un 8 sino un 25 de Marzo[1], fue divulgado en aquella época como un accidente. Pero el fuego pudo controlarse antes de que se extinguieran las pruebas que develaron un provocado intento de exterminio. Entonces el sentido se tornó como la represión de un reclamo aislado por obtener condiciones dignas de trabajo.

El fuego en el que ardieron las recordadas 146 huelguistas de la fábrica textil neoyorquina no alcanzó a convertir en cenizas todos los movimientos políticos de mujeres organizadas, que venían luchando por defender con fuerza revolucionaria sus derechos, no solo laborales, sino también sexuales, políticos y sociales ya desde finales del siglo 19, en Rusia, Alemania, Francia y también por estas latitudes, con la fuerza desafiante de las mujeres anarquistas de principio de siglo.

El fuego parece un acompañante fantasmal, pretendido exterminador de una presencia, de un discurso, de un deseo, de una trayectoria y la preferida arma bestial de violencia contra las mujeres.

La historia lleva a asociar con las llamas de las hogueras medievales que liquidaban discursos de conocimiento y lógicas innovadoras acumuladas por las mujeres en forma clandestina. Salir de la invisibilidad fue un atentado al sistema de poder que veía amenazante todo tipo de experiencia de cambio. El fuego fue campo de tortura, reducción del cuerpo. Terminó en la extinción, pero antes fue achicharramiento, empequeñecimiento.

Las luchas siguen, a pesar de las tendencias achicadoras y distorsionadoras de sentido. Siguen en el ámbito público, y siguen en los espacios privados. Aún así, en el íntimo mundo de la vida cotidiana, cientos de cuerpos se achican frente a la amenaza de que arda la violencia en pequeños espacios domésticos, dominados por el fuego loco de la sinrazón. Aquí las víctimas mujeres suelen estar acompañadas por las victimas niños a los que los alcanza la misma violencia.

En el pasado año 2009, fueron 231[2] las víctimas fatales por hechos de violencia doméstica. Todas mujeres achicadas en su estima, sorprendidas por llamaradas de furia, con defensas achicharradas y reducidos apoyos institucionales a los que pudieran salir a buscar ayuda.

En estas épocas de fluido desfondamiento institucional, la mirada al ámbito público hace sentir ardor al saber que muchos de los servicios institucionales de contención de mujeres victimizadas, corren el mismo riesgo que los cuerpos empequeñecidos por el fuego… el peligro de desintegrarse cuando quedan sin apoyo o sin presupuesto, sin poder apagar las denuncias de abusos y maltratos.

Mientras tanto, en la profunda desigualdad social que define los distintos mundos en los que habitan las mujeres, el fuego de la violencia sigue ardiendo en las estructuras más vulnerables y no puede ser apagado con el sólo esfuerzo aislado. La salida individual es siempre una idea simplista que se gasta como fuegos de artificio, sin dejar ninguna estela de pensamiento, ni experiencias con valor instituyente.

Esa realidad no puede apagarse, requiere un tratamiento colectivo, seguir bregando por construir un contrafuego de reflexión, pensamiento y unión de experiencias en redes sociales, grupos, que engendren instrumentos de trabajo. Hay sólidos equipos profesionales y decenas de mujeres comprometidas que lo están haciendo. Es necesario que su trabajo irradie las organizaciones, los espacios públicos, no solo para resolver una reivindicación de género o la histórica asimetría de los espacios sociales desfavorables para la mujer. Es necesario porque cada repetición de violencia, retrocede el mundo de derechos trabajosamente buscado para todos.

Es de esperar que más información y esclarecimiento apaguen el miedo y la parálisis de quienes temen elegir no ser maltratado, como si esto fuera arrojarse al vacío. Es de esperar que estos tiempos políticos incluyan organizadamente el trabajo de aquellos contrafuegos en redes y grupos y se haga sólida su presencia institucional. Así sumará el poder de las mujeres, como el de brujas medievales y las obreras huelguistas, que desde la historia asoman su potencia para producir efectos transformadores.

Que sea éste el fuego fundante que da sentido al día de la mujer.

María Isabel Oliveras

Lic. en Trabajo Social

Psicóloga Social



[1] Álvarez González, Isabel: “Los Orígenes y la celebración del Dìa de la Mujer” Ed Oviedo 1999.-

[2] Relevamiento Asociación Civil “La Casa del Encuentro”

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